martes, 13 de noviembre de 2012

Trolero


 Yo no sé en qué complazco al tiempo confiando en tan diestro embustero, embriagada en mi frustración y hartazgo he decidido poner fin a su maldito juego, fastidiada de pensar todo el tiempo en lo que usted este sintiendo, cuando en realidad no siente nada, ¿cómo es posible que venga con intenciones lastimeras a decir "no quiero perderle"  y luego salga corriendo a cometer estupideces? maldita la hora en que mis ojos se cegaron para caer en todas sus mentiras, pero no le creo más nada, porque no se puede confiar en alguien que se traiciona a sí mismo, que corre apenas puede, a consolar sus penas en el primer vestigio de dama que se le cruza por enfrente alimentando sus egos de necesidades narcisistas, ojalá que en aquellas, logre cubrir sus carencias de grandeza, porque yo me curo de vos con mis letras y no permitiré que llague más este rostro cansado de sus descaros e inpúlcros lamentos, no quiero jamás escuchar de nuevo sus engañosos ojos llorando, si bien sabrán enjugar sus lágrimas en falsos fulgores de bronce que, le recordaré mi entusiasta defraudador de emociones, no son más que laminillas brillantes de lo que nunca serán diamantes, asimile valiente trolero, que algún día abrigó en sus manos un jilguerillo de plumas brillantes y ahora alimenta vulgares palomas de campanario que huyen del rugido de los metales al medio día, y no olvide que el efímero rubor de alegría dibujado en sus mejillas no repetirá nunca ni tendrá comparación alguna con las desavenencias que conlleva haberlo tenido todo y no descansar hasta no dejar de los colores del arcoíris ni siquiera el recuerdo para admirar.
Es hora, la que nos llega a todos, de postrar frente a su inflamado semblante un espejo que vuestras verdades delate, como el pescador de caña que imaginó algún día pescar sirenas porque creyó escuchar canto muy cerca, usted ha querido forjar en hierro lo que le es ajeno, pero es de todo noble sabido, que para ser un caballero aguerrido, no basta de la medida tener el traje, más vale el que conoce de su espada el gramaje y el filo cantante de la hoja en combate, basta de ser ingenuo y pretender el cielo, pues está lejos de su alcance, para portar un diamante hace falta reconocerlo, la prenda no la hace fina el sastre sino la esbelta figura que la porta elegante, y si perdona mi atrevimiento le haré saber sin más cuento que para usted esta habitación es demasiado grande.
JoMaReMa abril 18,2011

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