Aun que quisiera gritarle al mundo cuanto te amo…
Me vuelvo cobarde, y callo.
Cada mañana, me asomo a la ventana
Para mirar el mundo…
Y lo encuentro cada vez mas llano,
Con cicatrices profundas y surcos en las manos
Al atardecer, cuelgo mi asombro en tu sonrisa
Y mi vida en tus caricias…
Soporto como un tempano el helado viento de las doce
Que me susurra gritando tu ausencia en mi horizonte…
Pero no es, si no cuando llega la noche,
Que mi entereza se oculta en el fondo de la nada
Y el gigante que sostiene mis mañanas
Se recuesta bajo las cortinas de mi ventana.
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