¡Nos calló la noche como caen los relámpagos!Estruendosos e imponentes, aterradores y francos, violentos y luminosos...
Quisiéramos, ahora, haber amado un tanto más, hablado menos, actuar sin miedo, equivocarnos mucho y haber sido atrevidos. Habríamos querido.
Pero nos sorprendió la vida como sí nunca la hubiésemos vivido. Nos encontró sin nombre, bajo la sensatez del olvido; el olvido de nuestros sueños, del mundo que queríamos, de las metas que nos propusimos, de los niños que fuimos. Nos encontró con el rostro al piso, donde apenas nos reconocimos.
El otoño nos llegó temprano, con sus vientos fríos y las frustraciones magras, con las melancolías servidas en tacitas de café.
La realidad cruda y la madurez sensata nos cogió de los hombros con su mano helada y nos recordó lo que nunca fuimos y jamás aprendimos a ser. Y ahora que nos enfilamos en la lista de los muertos, buscamos insaciables curar la sed.
En esta entraña de melancolías injustas, nos descubrimos ciegos, queriendo ser, amando poco, anhelando tanto... Sin saber si nos volverá a amanecer...