A mis amores, que supieron congelar en versos sus nostalgias, que inmortalizaron en caricias su querer, que tanto amaron, tanto amaron.
A mis amores, que vivieron al borde de la locura dadivosa y el llanto siniestro, el corazón roto y la voz cortada, que respiraron por el hueco de mis dudas, mi piel de nadie, el olvido abrupto, la apariciones fortuitas y el frío de madrugadas en calurosas compañías, que no era la mía.
A mis amores, que buscaron incansables, amarme como creían que yo quería, mientras posaban en mi cielo sus pupilas, amando tanto, tanto.
A esos amores míos que jamás terminé de amar, que no miraba ni por el borde del ojo descuidado, que besaba apenas por el flujo incontrolable de las avaricias celosas de caricias y los labios, esos amores que fueron todos míos, todos míos. Así tan puros, tan etéreos, frágiles y perfectos, de esos que se rompen y siguen viviendo.
A mis amores, que me guardan en secreto entre su entrecejo, que me miran en silencio y de lejos, que no me pierden nunca el rastro y que aprendieron a sonreírme mintiendo.
A esos amores que me dieron canciones, poesías y ramos de flores... Amores, versos, flores, caricias, adioses, besos, consuelos, mañanas claras, canciones.
A mis amores, que supieron sufrirme, que quisieron amarme.
Amores todos, ninguno menos que el otro, todos ellos, algunas ellas, todos míos, llenos de tiempo, llenos de miedo, caricias largas, amor sincero.
A mis amores... ahora lejos. Yo siempre quise quererlos.